Mensaje de la «Dirección de Relaciones Exteriores del F.D.L.P» a las instituciones políticas, jurídicas y populares del mundo
En los sótanos de los campos de detención israelíes… una verdad que el mundo teme
Señoras y señores:
Nos dirigimos a ustedes con la convicción de que siguen de cerca la guerra de exterminio y los crímenes cometidos por la ocupación israelí contra el pueblo palestino en general, y contra nuestro pueblo en la Franja de Gaza en particular. Junto a esos crímenes, surge una cuestión que casi desaparece de la atención internacional, jurídica, política y humanitaria, a pesar de su enorme dimensión humana: la cuestión de los prisioneros y detenidos palestinos en las cárceles de la ocupación israelí, tanto los declarados como los que permanecen en la clandestinidad.
Les presentamos aquí uno de los aspectos de este sufrimiento, que representa una herida abierta en la conciencia y la memoria palestinas, y una brecha en la conciencia de la humanidad que aún está ausente de la acción. Esperamos que forme parte de sus programas y movilizaciones para llevar la voz de los presos ante los decisores del mundo. Este asunto olvidado debe salir del archivo del silencio y ser expuesto a la verdad, para que el mundo dé testimonio de lo que sufren los prisioneros palestinos: prácticas y violaciones que no tienen nada que envidiar a los peores regímenes fascistas de la historia.
Cuando Israel lanzó su guerra contra el pueblo palestino en la Franja de Gaza bajo el falso lema «liberación de los rehenes», el discurso pareció preparar a la opinión pública israelí y mundial para una campaña de rescate humanitario. Pero con el paso de los meses, la verdad se reveló: el ejército de la ocupación quiso una guerra de exterminio que la humanidad no había conocido. Paralelamente, no se liberó a ningún rehén israelí salvo mediante negociaciones indirectas, mientras que las cárceles israelíes se llenaron de miles de nuevos palestinos —mujeres y hombres— de todas las edades.
El lema israelí de «liberación de rehenes» se transformó en una guerra que produjo aún más prisioneros. Mientras la cuestión de los detenidos israelíes ocupaba la agenda mediática y política en Occidente, no apareció ninguna voz occidental seria que condenara las detenciones masivas de palestinos o exigiera esclarecer el destino de los desaparecidos en los campos de detención militares israelíes.
Desde las primeras semanas de la guerra de exterminio, organizaciones internacionales de derechos humanos documentaron ejecuciones sumarias perpetradas por el ejército de la ocupación contra civiles palestinos arrestados durante la invasión terrestre israelí de Gaza. Informes de organizaciones de derechos palestinas señalaron que decenas de civiles palestinos fueron ejecutados en el terreno —identificados por su nombre desde el 7 de octubre—, mientras que cientos de desaparecidos siguen bajo la sombra de la desaparición forzada.
Los informes médicos procedentes de Gaza también han revelado escenas espantosas: cadáveres con las manos atadas y los ojos vendados que muestran huellas de disparos a corta distancia, y otros aplastados por las orugas de los tanques. Los cuerpos que la ocupación devolvió a través de la Cruz Roja u organizaciones internacionales llevaban códigos numéricos en lugar de nombres, lo que hizo que su identificación fuera casi imposible ante las deformaciones graves y la escasez de capacidades forenses en el enclave sitiado.
Los testimonios de los presos liberados abren una herida profunda en la conciencia humana y exigen una respuesta seria de quienes afirman defender los valores y la justicia. Dentro de los muros de las cárceles israelíes se aplican métodos de represión y tortura que superan toda descripción; la dignidad humana es humillada y la voluntad del detenido es aplastada por la tortura y la humillación sistemáticas. El informe emitido por el Centro Palestino para los Derechos Humanos, fechado el 10 de noviembre del presente mes, no fue un mero documento jurídico, sino un clamor que revela parte de los atroces crímenes que se cometen tras los muros. Estos testimonios vivos deben convertirse en un punto de inflexión en la respuesta internacional al expediente de los presos y estas violaciones deben ser consideradas crímenes de guerra plenamente configurados, que exijan que sus autores sean llevados ante la justicia internacional sin demora. (Testimonios en vivo que documentan los crímenes de la ocupación)
Según las instituciones de los presos palestinos, el número de detenidos palestinos en las cárceles israelíes alcanzó, hasta octubre de 2025, más de 11.100 detenidos, la cifra más alta desde la Intifada de Al-Aqsa en el año 2000. Ese número incluye a cientos de mujeres, niños y ancianos, entre ellos personas con enfermedades crónicas que han sido privadas de atención médica.
La detención administrativa, una de las herramientas más destacadas de la muerte lenta, incluye a más de 3.500 palestinos detenidos sin cargos ni juicio, según órdenes que se renuevan automáticamente cada seis meses hasta el infinito. Miles de palestinos pueden vivir en prisión sin acusación y sin fin —una flagrante violación del derecho internacional humanitario y de las Convenciones de Ginebra.
El campo de Sde Teyman, situado en el desierto del Negev, fue originalmente una base perteneciente al mando sur del ejército israelí. Su transformación en 2023 en un gran centro de detención para palestinos supuso un giro peligroso en la estructura de seguridad israelí. Numerosos informes internacionales lo describen ahora como un símbolo del terror, donde se practican las formas más atroces de tortura física y psicológica, lejos de los ojos del control internacional. Testimonios de presos liberados indican que los detenidos permanecen atados de manos y pies durante días y semanas, lo que ha provocado la amputación de extremidades de algunos debido a la interrupción de la circulación sanguínea, además de casos de muertes en las celdas por tortura o negligencia médica.
Recientemente, la filtración de un vídeo desde el interior del campo de Sde Teyman, que mostraba a soldados agrediendo a un prisionero palestino, desató una tormenta dentro de la institución militar israelí. Pero esa tormenta no fue por el contenido del vídeo, sino por su filtración: la fiscal militar Yifat Tomer-Yerushalmi fue destituida, acusada de negligencia en la protección del secreto informativo. Lo extraño es que su destitución no se produjo en señal de protesta contra la tortura, sino porque, según Netanyahu, el incidente «perjudicó la imagen de Israel».
Así, la discusión se desvió del fondo del crimen hacia una burocracia que lo justifica, pasando de la rendición de cuentas por los actos a la protección de la institución —un reflejo evidente de la naturaleza del aparato de seguridad que considera la filtración mediática un delito mayor que la tortura misma.
Las imágenes filtradas, los informes médicos y los testimonios de presos liberados confirman todos que lo que ocurre en los sótanos de los campos de la ocupación no son actos individuales aislados ni excesos puntuales, sino una política organizada: tortura, humillación, privación de comida y sueño, despojo de la ropa durante los interrogatorios —todas herramientas empleadas dentro de una estrategia sistemática para quebrar la voluntad palestina. Esta política no es nueva, pero hoy es más violenta y extensa en el marco de la guerra total contra Gaza, donde la ocupación trata a los detenidos como una extensión del campo de batalla, no como prisioneros con derechos conforme al derecho internacional.
A pesar de la abundancia de pruebas y la reiteración de los crímenes, Israel no ha experimentado hasta ahora rendición de cuentas interna real. El sistema judicial israelí, según declaraciones de organizaciones internacionales, se ha convertido en parte del aparato que cubre las violaciones. Por ello, surge la urgente necesidad de una investigación internacional independiente bajo los auspicios de la ONU y la Corte Penal Internacional, para llevar ante la justicia a los responsables israelíes por los crímenes de tortura, desaparición forzada y asesinato cometidos en las prisiones.
El testimonio de la propia fiscal militar, aunque surgido en el marco de un conflicto interno, representa una nueva y contundente prueba de que la cúpula israelí conoce lo que ocurre en sus campos y guarda un silencio deliberado ante las violaciones. De hecho, todo lo que ocurre en las prisiones —las violaciones— proviene de órdenes directas emitidas desde los más altos niveles militares, de seguridad y políticos.
La cuestión de los presos y detenidos palestinos ha dejado de ser un mero expediente humanitario y se ha convertido en el corazón del conflicto palestino–israelí. La permanencia de miles de palestinos tras los alambres significa que la herida nacional permanecerá abierta y que la lucha por la libertad no ha concluido.
En nombre de la «Dirección de Relaciones Exteriores del Frente Democrático para la Liberación de Palestina», les dirigimos este llamado para que la cuestión de los presos palestinos en las prisiones israelíes figure de forma permanente en su agenda. La liberación de nuestros cautivos es el objetivo de la próxima fase de la lucha palestina: no es un simple lema político, sino un deber moral y nacional vinculado a la dignidad, la libertad y la soberanía. En campos como Sde Teyman y otros centros de detención fascistas israelíes, no solo se pone a prueba la paciencia del pueblo palestino, sino la conciencia de todo el mundo.
